proyectos en proceso. espacio urbano

palabras en proceso. voz del habla viva
teresa mulet


Tomar como referencia el habla cotidiana porque nos identifica y nos proporciona
sentimiento de comunidad. Comunidad es aquí lo común, lo que verdaderamente
se comparte. La cultura, el lenguaje oral-escrito, pueden considerarse
como bienes espirituales . A través de ellos podemos sabernos y pensarnos.

La intervención con palabras en la arquitectura, invita al paseante
y al que habita el espacio, a ser lectores activos en la escucha y en la construcción
de sentidos. Habitar un espacio es dialogar. Habitar un territorio, una ciudad es entenderla,
comprenderla, es recorrerla, manipularla, compartirla... La ciudad y el territorio
son hechos culturales, y no cabe entenderlos sino a través de los hábitos de conocimiento.
Lo que implica tanto aprender como desaprender. Entender para celebrar el territorio
(la ciudad, la plaza, el mercado, la casa), es reconocerlo y recorrerlo, es marcarlo, es moverse
y desplazarse, es también demorarse en él y sobre él. Habitar el territorio es sentir,
es construirlo, es preguntarle, es asumir, valorar la presencia de las comunidades que
lo pueblan, es apropiárselo (hacerlo propio), pero también extrañarlo (abrirlo al otro),
es recordarlo (conjugar sobre él metáforas), soñarlo (abrirlo al horizonte). Recordar soñando. Habitar es soñar: «Los sueños han dado forma siempre a las ciudades;
y las ciudades, a su vez, han inspirado sueños» (Illich, 1989)
Habitar es proceso, es acción, es verbo, voz del habla viva.



Proyectar el espacio público con palabras locales, nos anima en la búsqueda de nuevas
relaciones entre comunicación, forma, contenido y los distintos sentidos de habitar lo nuestro.

Dar sentido a la tipografía en función del lugar como experiencia espacio-temporal, nos hace preguntar: ¿qué mensaje transmitir? ¿qué voz darle al lugar? ¿qué escucha buscar en cada uno de los caminantes? ¿a qué tipo de experiencia los invitamos a adentrarse? ¿cuáles son los rasgos característicos de nuestra habla? ¿cómo hacer para descontextualizar y, posteriormente, recontextualizar palabras de nuestro particularísimo idioma y hacer que quien lea el texto se sepa parte de ese sonido más allá del significado manifiesto de las palabras?

El texto que proponemos es creado con palabras sueltas, de esa manera cada lector
crea su propia metáfora haciendo inagotable la lectura. Somos lo que leemos.
El rito de la lectura nos hace partícipes de la memoria común, familiarizándonos con un pasado
que se renueva. El texto y el lector se entrelazan, creando nuevos niveles de significados,
musicalidad, movimiento lúdico, corporalidad, materialidad, ritmo.
En nuestro léxico hay una música deliciosa, una combinatoria de sílabas, una preeminencia
de sonidos que apuntan a una identidad solo audible y decible en nuestro idioma.
Algo hay en lo que decimos que nos suena particularmente nuestro y que sabemos que no
escuchamos en otra lengua.

Las formas de las letras se hacen cuerpo con los materiales que la misma arquitectura sugiere, participando en el espíritu del proyecto, donde se considera la utilidad, la permanencia,
la realización factible en términos económicos y de producción.

Propiciando un proceso transdisciplinario queremos explorar la aplicación de la tipografía
en la arquitectura contemporánea, relacionandonos con otros saberes:
la sociología, la comunicación, el arte, el diseño, la literatura, la geografía,
la historia, la filosofía...
que configuren y contribuyan a la construcción de la imagen de la ciudad.